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El día de la burla del canon

  • Mateo Londoño Castaño
  • Mar 25, 2019
  • 7 min read

Análisis película El día de la Bestia de Alex de la Iglesia a la luz del texto La narración canónica de David Bordwell




El día de la bestia del director español Álex de la Iglesia hace uso y abuso de la narración canónica hollywoodense, con un plus de burla de esa estructura clásica explotando sus virtudes y defectos.


Para empezar con este análisis, parafraseemos a Bordwell, quien dice que el argumento clásico se consolida con una estructura, que no existiría, no sería cine, si no creara una alteración dentro de ella misma. Y para que ese mundo creado cure desde sus entrañas las heridas que construyó, es necesaria una lucha de personalidades, capaces de sobrellevar montones o pocas acciones con causa-efecto en el tiempo limitado de la historia. El día de la bestia es una lucha de hora y media contra el cánon, comprendiéndolo y jugando con él.


El “cura” (todavía no sabemos que es teólogo) de inmediato entra a una iglesia y habla con el cura diciendo que hará todo el mal posible pecando sin medida, que encontró la clave; pero el director la oculta con la exageración del sonido diegético de la campana y luego cae sobre el cura la cruz. Desde el principio, hay conocimiento oculto, que va ir asomándose, a veces en circunstancias en apariencia inconsecuentes. El director le brinda al espectador muchas dudas con pocas respuestas con ese principio. Lo atrapó con fórmula convencional. Ya el personaje principal parece estar definido, será quien atravesará obstáculos para su objetivo ¿pero lo sabemos en ese instante de la película? empieza a robar, a atacar su credo, hay una búsqueda de algo que vamos construyendo, que es el deseo de invocar a satanás, pero ¿para qué?.


Esos actos no son una alteración sino una parte inalterada de la estructura propuesta en el argumento. Son parte de la estructura que no se altera hasta que se encuentra con obstáculos por lo difícil de la interpretación de las “señas” de la bestia o por la aparente locura del catedrático. Todo les va bien a Ángel y a Jose Marìa, el vendedor de discos, hasta que llegan donde el profesor Cavan. Allí la situación parece pronta a resolverse, pero entran subtramas, como el tener que conseguir sangre de virgen y no de doncella. Entonces ahora hay que ir donde una virgen ¿A dónde? Ah, el teólogo llega a la mujer que parecía al principio inconsecuente, la recepcionista del hostal; es la virgen que necesita. Allí se enfrenta con varias circunstancias que dilatan la obtención del objetivo. Logra sedarla después de una dificultosa conversación, pero la dueña del hostal se da cuenta e intenta asesinarlo, por lo que termina muerta ¿casualidad?. Resuelve el subtrama para fortalecer el principal. Hay más ansiedad de saber si logrará invocar a satanás. Técnica narrativa netamente canónica .


Es normal pensar que el teólogo está loco con su cometido, que son barrabasadas sus hallazgos, pero si negamos sus posibles verdades, su elocuencia y habilidad de persuasión, rompemos el pacto estético con la película: le metemos mucha ciencia a la observación del arte. El espectador no creará hipótesis, sino que negará posibilidades de verosimilitud del espacio-tiempo creado por el director. ¿Cómo evitó esto el español? Hollywood lo canonizó y Álex de la Iglesia lo aprovechó; reconoció y redefinió las capacidades del lenguaje convencional para moldear las reacciones del espectador. Le impulsa la duda, para luego hacerle creer que le resolvió esa duda, pero lo que hace es agrandarla y confundirlo. Esta cinta es un hijo rebelde del cánon que juega con él, se aporrea solo y culpa al papá. Sucede como en la película, el Diablo imita a Dios para darle un mejor uso a sus capacidades divinas.


La línea principal de busqueda del diablo ha sido trazada, ¿tiene una segunda que la acompañe, que la altere? La situación social del ¡Limpia madrid! no aparece por un buen lapso de tiempo.; desde que Cavan entró indiferente al supermercado después de la limpieza. Unos puntos de esa otra línea aparecieron pero no se presentaron como línea. Los puntos se camuflaron de circunstancias casuales y no causales; ocultaron su verdadera apariencia. ¡Limpia Madrid! no se nos presentó de una como la bestia; sin tal incertidumbre, sin respuesta tan bien camuflada, no habría atrapado al espectador. En mi caso, solo se hizo evidente cuando la señal del cielo apuntó donde el vagabundo, pero no a él, sino al ¡Limpia madrid! que firmaron sus asesinos.




Por otra parte, la película maneja una confusión temporal y espacial que controvierte la estructura establecida por el cánon. Entramos a una Iglesia, solo sabemos que es España por el lenguaje. Tras la muerte del cura, el teólogo llega en tren a una estación ¿En dónde?¿Se fue?¿volvió?¿estamos después o antes de la primera situación? Que robe desde que llega no quiere decir que no haya podido hacerlo antes de ir donde el cura. Percibí el plazo temporal solo cuando, tras ser capturado por robar el libro de Cavan, le contó al comisario que hace dos días había muerto el cura. Aunque ya había contado al vendedor de discos su objetivo, el de invocar a la bestia, insisto, pudo ser antes de verse con el cura.


El autor nos da indicios de ese objetivo pero demora en hacerlo explícito. Lo hace casi que obvio en imágenes, como cuando cambia la foto de la familia de la billetera robada al hombre accidentado y agonizante por una imagen del lucifer; o como cuando se encuentra con la propaganda de cavan que le prometía lograr lo imposible si llamaba a un teléfono lleno del número seis. Y este lo logró lo imposible, pero no esperando hacerlo. Todos sabían el objetivo pero no todos esperaban que fuera posible. Aparece la cabra y la realidad se distorsiona. ¿Será el lsd, la locura? dos de tantas posibilidades; puede ser verdadera esa expresión diabólica, toca seguir con la historia para resolverlo, para solidificar la hipótesis que tengamos en la cabeza.


La cámara sabe más que el personaje, depende de nosotros superarlo en conocimiento, ser la cámara. A medida que la película llena vacíos agranda otros; más que todo porque ignoramos al igual que el personaje diferentes señas, que en realidad solo llevaron a obstáculos, como con el anuncio de Nostradamus, en principio aparentemente importante pero olvidado con el tiempo; reaparece como posible solución, de la cual el personaje estaba muy seguro, pero es solo otro obstáculo más. También fueron obstáculos con causa-efecto Satannica e Infierno. Aquí hay una abuso de la supuesta obviedad de la conexión de esas palabras con el fin del teólogo. Podíamos dudarlo, pero era una posibilidad de ese mundo creado.


Antes de resolver la alteración, hay un estado de resignación. El todo o nada que reclama la la narración convencional, el final conclusivo, pareció ser la nada. Hay una aceptación de locura por parte del teólogo, pero Cavan y José María creen en lo que vieron y no lo dejan desfallecer. Cavan encuentra la clave donde difícilmente muchos la notaron: en la firma de Satanás en los pactos. Otro dato en apariencia nimio es significativo, además porque la idea de que Satanás imita a Dios tiene mayor sentido traerla a colación.




Se acerca el final. Se resuelve la alteración, pero allí no acaba la historia. El anticristo nacerá en la Puerta de Europa, que son los dos edificios inclinados que tienen la forma de la firma de satanás, al igual que una Iglesia tiene la de una cruz. Un lugar emblemático de occidente pero nunca presentado termina siendo el espacio del objetivo. Pero llega satanás y mata al supuesto anticristo. Sabemos que son los de ¡Limpia Madrid! porque los personajes con los que nos hemos ido identificando pueden ver más allá del mundo físico tangible; Satanás está en uno de ellos. Cabe resaltar que el apocalípsis se creó también con el uso del rojo en casi todos los planos, con objetos y sangre. En el encuentro con Satanás, el entorno es màs rojo y apocalíptico. Además, uno de los asesinos dice lo mismo que los papelitos que dejó satanás en casa de Cavan “Esto no es un juego”. Es una fuerte conexión de las líneas, un climax intenso donde han chocado de forma inesperada; la muerte puede destruir al personaje y su objetivo. Pero Ángel logra matar la posesión de Satanás.


En una estructura clásica hasta aquí el dilema está resuelto, pero no, De la Iglesia decidió que dudáramos de todo lo que presenciamos, inesperadamente. Tras la muerte del espectro de satanás, volvemos al programa de Cavan con un nuevo profesor, que dice lamentar la muerte de Cavan hace nueve meses. Luego pasamos a un plano de Ángel y Cavan lamentando que la humanidad no supiera de la salvación; tienen pinta de habitantes de calle, están un poco desaliñados y viejos. ¿Salvaron a la humanidad o fue otro juego de Satanás o fueron efectos del lsd combinado con la sangre de la virgen o se enloquecieron? Dejar un final tan tremendamente abierto destruye la motivación del canón de presentar una verdad absoluta.


En conclusión, nos crearon indicios para encontrar la coherencia tiempo-espacial de las acciones observadas, muy a la usanza canónica. Además, la película está bastante motivada por pautas previsibles, por convenciones que entienden la opinión común, pero confunde al exagerar estas pautas y luego emplazar este final. El todo o nada es abrumador y terminó en un no se sabe; hay un desboque de acciones que retuercen las hipótesis del espectador; donde le retarda la satisfacción después de brindarle un éxtasis de dudas. En mi caso, me mantuvo atento. Evitó mi desorientación. Me dirigió sin yo ser absolutamente consciente de ello. Para mí, esta película es subversiva en la medida en que coje el cánon y lo desglosa para generar diversas emociones, para crear una especie de comedia dramática, donde hay momentos de fuerte autoconsciencia, de omnisciencia, pero no hay revelación completa de la verdad. Hay un falso reajuste del mundo distorsionado, no hay conclusión. Lo que enseña que la estructura canónica es buen motor para la expresión de ideas, pero no es una reja.


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