Conocí el centro del universo

23/06/15

Todos los días. Lo veo por donde camino. En las iglesias. En la universidad. En el trabajo. Todos se mueven como si el mundo les diera un propósito. Vacilan como si el universo tuviera la fuerza de perdonarlos. Patriotean al ver el centro del universo en la cancha. Cantan al sentir la música creada para el momento que viven. Estudian para cambiar su mundo, el del centro del universo. Viven, y eso que están muertos. La libertad los pisoteó y se fue del centro a la periferia del universo, esa que es inalcanzable porque el centro y la gravedad (la científica) y la peor gravedad (la de ser quienes son), no es que no los deje salir, es que no la ven y creen que allí están porque deben estar. Tienen hijos. Se les crece la imberbe. Todo lo exhiben. Quieren que todos los vean, pero reniegan al ver que ese todo les reniega. Intocables. Defensores de la tolerancia, la que quieren para que el centro del universo siga su curso. Les da miedo el caos. ¡Ja! ¿No han visto que ya esto es el caos? En las noches, la luna de esos locos, les sube los ánimos para ser los locos que no serán jamás. Loco Beckett. Loco Hemingway. Locos ellos… ¡Ja! Para serlo hay que dejar de ser el centro de lo que lo rodea. Hay que ser uno entre tantos, pero siendo uno, no siendo los otros para ser uno. ¡Putos griegos! La persuasión no dejó encarnar a la libertad. Esta solo es posible donde los otros no están, donde el centro del universo deja de serlo y pasa a ser una esfera sin forma centrífuga, a ser parte de un todo, donde lo cambiante de la teoría cambiante deja de importar, y se empieza a vivir con lo no vivible, con lo inhumano. ¡Fuerza al inhumanismo!

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