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Olvidemos al silencio si no queremos tener memoria

  • Mateo Londoño Castaño
  • Mar 23, 2016
  • 8 min read

“El cielo es menos espléndido cuando se cierne

sobre lo menos digno de la población”.

Ralph Waldo Emerson

Era escaso que Emerson citara en sus textos. Cuando lo hacía era porque valía la pena y era tajante alguna frase o poema, o porque la frase en sí era un concepto, podía defenderse por sí sola, fuera de su contexto ¡Qué difícil defender ideas con palabras propias, sin escudarse en versos ajenos en la a veces positivista academia! ¿Cómo hablar de memoria y silencio, citando a otros, sin usarlos porque sí, porque la academia lo pide? Hay que experimentar, hablar de estos temas tan íntimos y públicos, espacios tan contrapuestos, sin escudarse en citas y citas, siendo uno. Es un tema en extremo serio; desde la academia se está luchando por no perder la memoria, aunque desde esta se contribuye al ruido del sistema, que le pide seres capacitados para servirle. Aun así, consciente de esta importancia, haré este texto lo más mío y libre posible.


Borges es uno de esos escritores que creo citaría Emerson. El argentino admiraba a sobremanera al ensayista americano ¿Por qué? puede ser por la obsesión de ambos por romper el tiempo y alabar el silencio, por lo cosmopolitas, pensantes del trascendentalismo y la libertad, sin dejar de lado su reticencia hacia los diarios ¿Emerson habría correspondido ese sentimiento de admiración? Mientras Ralph Waldo hablaba en ensayos de ser trascendentales espiritualmente a través de la naturaleza, siendo esta para él una herramienta hecha para la hombre, Borges hacía de sus cuentos un ensayo sobre ello. El argentino altera esa naturaleza, le construye nuevos espacios, tiempos que no necesitan ser medidos, que solo son. Allí el silencio reina, es un aliado para percibir realidades alternas, para acceder a lugares donde el humano está en todos los humanos o todos los lugares están en un solo lugar. En El Aleph y La casa de Asterión, Borges encuentra el lugar más aislado pero con más densidad de situaciones. En El milagro secreto la mente se hace protagonista, altera el tiempo, y el tiempo juega a favor de ella. En La otra muerte la memoria tirita, aparece y desaparece, duda de sí misma. En La escritura del dios, el trascendentalismo hace de dios, se ve a sí mismo. ¡No se olviden que el silencio es el culpable de que ello se contemple!


El problema es que el lenguaje, como buena herramienta social, se hace tan doctrinario a veces; queremos dimensionar lo que no tiene dimensiones, encasillar fenómenos en palabras, limitarlos. Como el trascender es, para los metafísicos, algo que va más allá de las facultades humanas, explicarlo en términos no es lo ideal. Aun así, yo de a veces pensamiento positivista, escéptico del trascendentalismo, veo a este como una ardua puja entre la paciencia del silencio y la gracia de la memoria para encontrarlo, sentirlo, lo que se haga con él, cuando deberían trabajar de la mano. ¿Por qué no lo hacen? Pienso que una razón es lo selectivo de la memoria; podremos ser libres ya que “nos dejan” elegir, pero dejamos de serlo cuando las opciones son limitadas, cuando no podemos decidir si decidir o no, sin olvidar que en realidad no escogemos desde la consciencia sino desde la inconsciencia ¿es bueno escoger desde la consciencia? lo trascendental es difícil que esté en ella. Sin silencio no se puede contemplar plenamente los cuentos de Borges.


Al hombre, inconscientemente, taras internas o externas, como la ideología, el apego a una cultura, la religión, lo sesgan en la búsqueda de verdades. También lo hace la percepción del entorno desde la subjetividad, en el que también decide los caminos a tomar en su rutina. Por eso es tan dudoso que exista una verdad. Eso pasa con la memoria. Se distorsionará con el tiempo y creeremos recordar una verdad; es contraproducente. Este es uno de los tantos inconvenientes que nos hace diferentes; cada uno toma decisiones a cada instante, en diferentes circunstancias para caminar a través de indimensionables campos como el tiempo y el espacio, donde vivimos diversas situaciones. Pero, a pesar de esta individualidad ¡la cultura es colectiva, qué problema!


En El silencio y la memoria de Joan-Carles Mélich, lo selectivo está en el hecho base que usa para desacreditar la era moderna: el actuar de los cultos alemanes en Auschwitz. Mélich afirma que el nivel de atrocidad de este hecho mató a la cultura, dejando de lado, ya que ni los menciona, hechos más añejos como la Inquisición, la conquista de América, la repartición de África. En Auschwitz podrán haber asesinado a millones en menos tiempo, pero eso no lo hace peor que los anteriores hechos. Sin olvidar que no está la visión alemana de las cosas. Es humano ser judío, eso parece que fuera, y pensar que Auschwitz partió la historia en dos. Es humano preocuparse por lo que los afroamericanos llamarían “su gente”. Pero hay que tomar distancia de ello si se quiere vender una verdad, no mostrar resentimiento en varios párrafos. ¡Que el pueblo judío piense en su problemática con Palestina antes de hablar de Auschwitz!. ¡Que se vea el verdadero problema que es el sistema social en su totalidad, no la tecnología y la ciencia como lo hace Mélich!. Si alguien ha contribuido al sistema social en el que vivimos ha sido el judío capitalista. En esta era, el poder económico, del que muchos judíos son partícipes, juega a su antojo con la ciencia y la tecnología, como pasa con Discovery Channel, posesión de judíos. Esa ciencia termina siendo financiada por dineros de empresas privadas con intereses diversos. Y hay que tener claro: ¡la ciencia no se encierra solo en la tecnología, ciencia es pensarse la existencia, explorar mundos desconocidos, ciencia es trascender a la humanidad, no en términos espirituales o metafìsicos!


Antes de que se vea en lo que digo un anti-judaismo, nazismo o positivismo, vale aclarar que no todos los judíos son así y no solo el judío capitalista hace parte del sistema del que hablo, que el problema no es solo religioso y que la ciencia no hace el papel de Dios, no es omnipotente ni omnisciente. Los astrónomos, por ejemplo, hacen parte del problema al igual que la Iglesia Católica; tienen sus propios intereses económicos. La ciencia quiere recursos para ella, la religión quiere fieles que ayuden a su sostenibilidad. La crítica es hacía lo que ha destruído en realidad a la humanidad y creó el miedo a la memoria y al silencio; el querer más posesiones cuando se tienen por montones, el necesitar de dinero para sobrevivir. Mientras la población misma sea tan consumista como es, ese poder económico seguirá trabajando cómodo, con uno que otro chicarrón. A mí no me ponen una pistola en el rostro para que me apegue a un aparato electrónico. A mí no viene Dios y me “ayuda” a tomar decisiones. A mí no me obligan a olvidar. Esas son decisiones humanas, casi individuales, y me parece increíble que en la era en que estamos el hombre sea una pobre e indefensa víctima. Si en algo se basa la idea de la modernidad es en la capacidad humana para preguntarse y tomar decisiones por sí mismo, cosa que poco se hace a profundidad. Esto no quiere decir que no esté de acuerdo con Mélich cuando dice que el silencio se ha vuelto un lujo, que NO somos conscientes de la otredad, que en parte la crisis de la educación es crisis de memoria. En lo que difiero es en el hecho base para esa tesis. Si hay un hecho que recordar, y que parece no nos importa que suceda de nuevo, es la Gran Depresión de 1929. Allí se vio la falla del sistema capitalista. Allí se vio que el miedo universal es la caída del capital. Si algo ayudó a Hitler a adoctrinar el pensamiento alemán, fue que tuviera una solución para la crisis en Alemania. Lo olvidamos porque tenemos miedo a cambiar el sistema del capital. Se prefiere estar cómodo hasta que suceda algo. Lo superamos con medidas aplicadas por uno de los provocadores: el Estado. Y luego volvemos a lo mismo, agradeciéndole a los administradores del poder por solucionar lo que por mano propia deberíamos haber solucionado. Creemos que lo único inhumano es matar a otro humano por xenofobia, ideología y un montón de inventos humanos contraproducentes.


Paralelo a lo anterior ¿es humano imponer doctrinas desde la infancia a los niños en su educación, ya sean de línea ideológica, nacionalista o religiosa? Se atenta contra la otredad desde nuestra gestación. Nadie obliga a los padres ni a tener hijos en un mundo tan caótico (de este tema quisiera hablar pero me extiendo mucho) ni a internarlos en esos campos de concentración educativos. Aunque, si ofrecen un colegio católico privado con mejor calidad que un colegio laico público ¿qué decisión deberían tomar los padres? La violencia no está sólo en la imposición a la fuerza, sino también, por ejemplo, en la explotación de la educación en favor del capital. Pero ojo, insisto, también somos culpables. Difícil dimensionar la problemática en unos pocos párrafos, porque tras cada tara que analicemos puede haber otra más. Es verdad que desde arriba, con sus canciones de bancos, sus programas religiosos, sus políticas públicas, se ha contribuido al problema central que es la educación, pero preferimos que el otro recuerde por nosotros, somos cómplices de nuestra pérdida de memoria.


¡Qué problema el recordar y mirar con ojos más grandes y punzantes! menos entendemos lo que sucede, más preguntas nos hacemos, más nos incomodamos, más ruido hace el choque de ideas. Podrá en mi caso fascinarme esta preguntadera, pero es entendible que a la gente le fastidie. Por eso, el olvidar también es un camino. El problema está en saber qué, cómo, cuándo y por qué hacerlo; también es difícil decidir. La memoria es selectiva, olvida a conveniencia. Entre menos sepamos y recordemos más felices somos. Entre más ruido nos rodee menos tenemos que estar con nuestros pensamientos. Entre menos estemos con nosotros mismos, seremos más una maquinaria que funcione en sociedad que una fábrica pura de emociones humanas internas. Pero ¿quiénes somos para definir qué es humano y qué no?. Sí es fácil decir que es inhumana la cacería de judíos por parte de Alemania pero callamos las atrocidades que Estados Unidos ha hecho, hace y hará.


¿Será este ruido que hoy vivimos la música del futuro? Para Mélich es un problema la visión positivista de la vida, progresista; hoy y siempre ha predominado la competencia del estudiante para moverse en el sistema del capital. La tecnología nos hace olvidarnos de nosotros. nos da órdenes, nos alimenta, nos dice qué pensar. ¿Es culpa de ella? ¡No! lo será cuando sea capaz de manejarse por sí sola. Hay humanos controlándola, hay mentes y manos creándola, unas con malas y otras con buenas intenciones. Nosotros le damos el valor a la tecnología. Solo es coger el control de la T.V. y apagarlo.


La cultura es la base de la sociedad; consumimos según nuestra cultura lo haga. Y la cultura está muerta, según Mélich y según yo. Esto es pura matemática. Cambiará el orden de los hechos que se analicen para soltar tal afirmación, pero llegarán a la misma tajante conclusión; la cultura muere desde que el hombre civilizado mata al incivilizado y este no tiene las fuerzas suficientes para responder porque no está “civilizado”. Necesitamos una rápida alternativa para revivir a la cultura, pero que no sea la excusa del progreso, ni tampoco el que perviva la tradición por encima de la razón. Hay que encontrar la manera de casar a los del conflicto, mediante el entendimiento de la capacidad del Otro, de ser trascendente a través del colectivo. Pero mientras eso no sea posible en un cada vez más exacerbado consumismo, permaneceremos en la individualidad, y no es sano obligar a la gente que no lo haga.

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