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El Chullachaqui de “El abrazo de la serpiente”

  • Mateo Londoño Castaño
  • Mar 23, 2016
  • 8 min read

La película colombiana El abrazo de la Serpiente, de Ciro Guerra, ganó el 22 de mayo el Art Cinema Award, galardón entregado a la mejor película por la Sociedad de Realizadores de Películas en la Quincena de Realizadores, sección paralela, pero independiente, al Festival de Cannes. Este año, en su versión 68, homenajeó los años mozos, de belleza no de actuación, de Ingrid Bergman, en un cartel de letras azules frescas y con la actriz en blanco y negro.


Esta es una de las tantas publicidades de un evento, que traen sus significados latentes y manifiestos. Los carteles de cine son eso, publicidad, el mostrarle detalle alguno de la película a la audiencia para que se familiarice con lo que se le propone ver. Hace parte de la producción y se reproduce en diferentes formas y espacios; en la entrada del cine, en la de la sala en que se proyectará, en internet. En este último aparecen otras herramientas de publicidad que son el teaser y el tráiler, que contienen imágenes en movimiento más explícitas del film. En cambio, el cartel es una imagen fija, con un espacio reducido en el que normalmente no se muestran escenas sino personajes, los que no necesariamente representan un momento de la película. También existen carteles de lenguaje abstracto en los que no se diferencian personas sino ideas, como el cartel de Vértigo, de Alfred Hitchcock, donde la espiral en que cae una persona representa la película.


El abrazo de la serpiente también tiene su cartel, en el que se nos presentan personajes, lugares, hechos, palabras, que para saber su representatividad habría que ver la película. El propósito de este informe es enfrentarse a este, en primera instancia, con la mente y los ojos vírgenes, sin tener una idea de la película para así no estar predispuesto a la hora de analizar su contenido como imagen fija, supuestamente aislada con sus propios conceptos. En segunda instancia se hablará de la película para saber cuán representativo fue el cartel.


Sin ver la película



Empecemos por describir la imagen. Se tuvo contacto con el cartel en Cine Colombia, Vizcaya, pero para facilidad del análisis, se usa una imagen extraída de internet, que es semejante. Es rectangular y vertical y dominan el blanco y el negro; hay un poco de naranja y una pisca de verde. La leyenda “El abrazo de la serpiente” crea la ilusión de dividir la imagen. De mitad de estómago a la cabeza, dos hombres, que parecen ajenos al resto de la imagen, superpuestos e intercalados, como si no estuvieran juntos, viendo hacia quien los mira, nosotros, ocupan la mitad superior del cartel; pareciera que una luz artificial diera en sus rostros por el fuerte brillo que hay en estos. El de la derecha, más cercano al público, parece alcanzado por los años; es de aspecto serio, rígido, de ojos oscuros que parecen del todo negros por estar medio cerrados. Es calvo, de piel oscura y arrugada. En su brazo derecho lleva amarradas tiras trenzadas. El segundo hombre es de aspecto serio pero no tan rígido como el de la derecha. Tiene ojos claros, piel blanca, también arrugada, barba abultada y de color claro, al igual que su pelo; en su rostro hay unas pequeñas manchas oscuras. En su mano derecha tiene un compás que parece usar. Lleva una camisa clara a la que le cuelga una tira hacia atrás, donde hay algo que no se alcanza a diferenciar. A su lado hay un espacio oscuro donde resalta un humo anaranjado y hay un poco de verde en la esquina. Tiene la camiseta desabotonada, mostrando así un collar similar al del otro hombre. Estos collares parecen tocados por el naranja, aunque también podría decirse que son color marfil por parecerse a dientes de animal. Pero en el collar del hombre de la derecha hay una piedra transparente del mismo color pero más intenso.


Detrás de los hombres hay un río zigzagueante, en el que colindan tupidos montículos. Por encima hay nubes amontonadas de tono oscuro; ¿una tormenta? Ese río sigue por detrás de los personajes, desaparece, y reaparece en la mitad inferior de la imagen; la orilla del río, ese tupido paisaje mencionado, ya tiene un casi imperceptible color verde, por lo que pone a pensar en una pradera o un bosque. En el río, ya turbulento, hay tres personas en una canoa; un hombre de piel oscura, sin camiseta, rema en la parte delantera, otro hombre blanco, con camiseta larga y sombrero, está detrás de este, al parecer aferrándose a la canoa, mientras que en la parte trasera hay otro hombre remando, el cual también tiene camiseta; parecen dirigirse río arriba. Esa turbulencia desaparece en la parte inferior para dar paso a un fondo negro con los nombres en blanco de las personas y entidades encargadas de la producción de la película: productoras, actores, nombre de la película, guionistas, entre otros, para terminar con el nombre del director; son palabras apeñuscadas, que sólo se leen bien al acercarse más. Más abajo hay múltiples logo-símbolos de las productoras y otros como, por ejemplo, el de Ecopetrol y Films Boutique que no aparecen en los créditos textuales; en los bordes vuelve a aparecer naranja y verde.


Los textos más grandes, en mayúscula, que brindan una idea sobre qué significan los elementos ya mencionados, aparecen en la parte superior: “Ciudad Lunar y Caracol Televisión presentan” “De los realizadores de Los viajes del viento”; en la mitad del cartel, más grande, dice “El abrazo de la serpiente”, y un poco más pequeño: “Un sueño amazónico”. Sobre el abrazo de la serpiente hay varios detalles a resaltar. Está escrita en una caligrafía con más diseño; “El abrazo de la” está en blanco, tiene unas rayas negras trémulas verticales que hacen ilusión de desgaste, mientras “serpiente” parece tener fuego en el interior de cada letra, por ser de color naranjado y contener humo. Aun así, la frase no dicta mucho, sólo referencia la acción de una serpiente, la cual podría simbolizar el río que hay detrás, zizagueante. Por su parte, “un sueño amazónico” nos lleva a pensar que los hechos ocurren en el Amazonas. Que el hombre de piel oscura, por su aspecto y nula vestimenta, es un indígena de la zona; mientras que el hombre de barba no lo parece. El Amazonas es tupido de bosques, por lo que las imágenes difusas alrededor del río parecen ser árboles, agregando la mínima aparición del color verde.


Cabe mencionar que los personajes de la mitad superior, por el enfoque, el encuadre que se les da, así sea ficticio, parecen ser los protagonistas de la película; además son el puntum de la imagen. Su postura es de resaltar; el hombre de la derecha está sentado con firmeza, el otro parece estarlo frente a un escritorio (como el análisis de una publicidad de Marlboro que hace Martine Joly en Introducción al análisis de la imagen., la parte faltante del cuerpo la completa el espectador; se juega así con la creatividad de este). Además, como ya se ha mencionado, parecen superpuestos al resto de la imagen, al río que está detrás de ellos. Están por encima de los otros hombres, los cuales no se diferencian. Estos personalizan, al parecer, una escena que va dentro de la película; una representación no muy común en los carteles de cine, donde sí se representan una que otra vez acciones, como disparar, pero no la escena, como el navegar en canoa por el río, el cual nos muestran turbulento y hace imaginar que la película tratará de aventuras por el río, por un paisaje tan abrumador como el de la inmensidad del río, los bosques y los nubarrones que traen consigo una tormenta.


Al ver la película


La imagen sigue dejando dudas que al parecer responden solo al ver la película: ¿quiénes son esos hombres? ¿Tienen alguna conexión los de arriba con los de abajo? ¿Por qué abrazo de la serpiente? ¿Sueño? ¿Por qué cada detalle que parece insignificante, como el del humo anaranjado o el compás?

¿Es una correcta publicidad? Su respuesta está en la película colombiana que no parece colombiana, con el perdón de los buenos cineastas locales. No lo digo por exaltar el film, sino por las maneras de la película que se diferencian de las demás; es un quiebre en el cine colombiano, una película algo herzogiana (similar a Fitzcarraldo y a Aguirre, la cólera de Dios, del director alemán Werner Herzog). Pero este es otro punto para otro tipo de escrito. Este trabajo tampoco apunta a analizar la película. Para seguir con nuestra publicidad o cartel, hablemos un poco de la película, basada en hechos reales.



Karamakate con Van Matius

Retrata el encuentro entre un chamán amazónico y dos etnobotánicos; uno en la primera década del siglo XX y otro en la Segunda Guerra Mundial (40 años de diferencia), quienes buscan al “mueve mundos”, chamán que vive, no solo, sino con toda la naturaleza, y que los llevaría al encuentro con una planta sagrada que les ayudaría, al primero, alemán, a curarse de una extraña enfermedad acogida mientras recorría el amazonas, y al segundo, americano, que leyó las memorias del viaje del primero, a supuestamente estudiarla. Historias que se cuentan en paralelo, y que por la narrativa adoptada por el director se entretejen y crean una sola historia; el alemán enfermo por no entender a la naturaleza, el americano impulsado por su codicia; ambos la misma búsqueda.


Tras haber contemplado y entendido la película, ahora al meollo del asunto; la representatividad del cartel. La película es a blanco y negro, por ello la supremacía de esos colores en el cartel, y el color verde representa el Amazonas y el naranja posiblemente al fuego que sucede dentro de la cinta y es vital en ciertas escenas. Karamakate es el hombre que aparece en la derecha superior del cartel; intuíamos un indígena, pero ya nos encontramos más específicamente con un chamán, quien es el


Karamakate con Evans

personaje principal. El barbado es el primer viajero, Theodor Van Martius (Theodor Koch-Grunberg en la vida real), segundo en la lista de protagonistas; la fuerza que se les da en la imagen es firme, el encuadre los resalta correctamente como protagonistas. Aun así, no aclara que los dos personajes están en tiempos diferentes; yo pensaba que se relacionaban así como están, hasta me confundí al ver el inicio de la cinta. Pero no. La prueba está implícita en el mismo cartel, irreconocible si no se viera la película. Los hombres que están en la canoa son Karamakate (40 años más joven), Van Matius y Manduka, quien se escapó de la esclavitud a manos de caucheros gracias al alemán. El segundo científico, Evans, no aparece en el cartel, aunque no sabría si definirlo como secundario o entre principal y secundario.



Yakruna

La escena del río, aunque se viaje mucho por él, no es representativa en el film, como lo es el encuentro con la Yakruna, por ejemplo (tan siquiera mostrar la planta, no tiene que ser una escena). Hay un compás, ciencia, dos collares, que en el cartel sí pueden dilucidar conexión entre los dos personajes, pero que viendo la película implican además costumbres: ciencia y misticismo crean un fuerte lazo. El río no es la serpiente, lo es el etnobotánico. Tampoco aparece el jaguar. Se da un contexto, nos centra en el Amazonas, pero no se da el sentido de la cinta, que es contar la historia a través del indígena, aunque este sea principal en el mismo cartel. En la película tienen mucha fuerza el idioma; Van Matius y Evans hablan la misma lengua que el chamán, pero esto tampoco se representa en el cartel. El humo en este no dice nada, pero en la película es la cura provisional de la enfermedad del alemán.


Hay otro detalle: el pequeño nombre del director. Se ve, generalmente, más obvio y cercano al título de la película. Acá está lo más lejos posible y se da más importancia a Ciudad Lunar y a Caracol Televisión. La palabra Caracol es muy propagandista, mientras que Ciudad lunar es la productora de Ciro Guerra y las productoras Diana Bustamante y Cristina Gallego; fue creada en la Universidad Nacional, apoya a cineastas para velar el fomento de la cultura por encima de lo comercial. Tal vez por ello no se puso a Guerra. Cuando se le agregue el logo de la victoria en Cannes, habrá que hacer un análisis diferente.


En conclusión, como dice Karamakate, el hombre es vacío, un chullachaqui que no se conecta con su espíritu, no se conoce, camina sin sentido por la tierra por no comprender su naturaleza. Eso es este cartel, un chullachaqui, no se conecta con el sentido de la cinta, es una visión vacía de la naturaleza que supuestamente muestra. Es una vaga introducción a una de las películas colombianas que menos colombiana parece, pero que más colombianidad representa. Es una publicidad engañosa; muestra una imagen, como la del río, que hace creer, como fue en mi caso, será un caos el viajar por ese río.

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