El ícono destinado a la caída. Sobre Scarface de Howard Hawks.
- Mateo Londoño Castaño
- Mar 23, 2016
- 3 min read

Aparece una sombra asesina. Se responde rápidamente quién es. Un personaje carismático, sereno, indiferente de la ley, que cumple perfil de villano que consume y disfruta el espectador. Tony Camonte es infantil; ve y siente las armas como juguetes. Como sombra, disparó una a quien Howard Hawks marcó su frío futuro con una equis, imperceptible si no se contemplan los próximos asesinatos, y si somos vírgenes con la historia de Estados Unidos por aquellos tiempos. Así empieza la película, con un leitmotiv que cada vez que hace su aparición, intriga y despierta admiración por la habilidad de hacer que elementos del lugar del futuro o ya consumado asesinato creen una equis premonitoria o sentenciadora.
El perfecto posicionamiento de este símbolo le resta realismo, pero no quiere decir que sea algo negativo; ni los documentales son realistas. Una obra de arte está a cargo de un ser humano, lo que es suficiente para entender que la objetividad no es posible. Es más, el ser objetivos es más irreal que el ser subjetivos. El hacer esa subjetividad una expresión artística, como lo hace Hawks, engendra un estilo lo más propio posible; difícil ser del todo propio, ya que estamos en una sociedad en la que el individuo es según sea la sociedad.

Acà hay una montonera de asesinatos, y su bullicio atacan a la vista y oídos del espectador, que no solo ve películas, las oye. Los disparos, los sonidos de los carros de la mafia, vertiginosos a la hora de cometer el crimen, el silbido que hace Tony Camonte cuando se aproxima un asesinato, las voces mismas hacen parte de una película, no sólo las palabras. La sangre es escasa. No hay planos que grafiquen la agonía del objetivo de las mafias; sólo los hay para los personajes relevantes en la historia. Que no se muestre sangre no le quita lo realista. No hay tiempo ni espacio para esta, no es necesaria.
Scarface es violenta, como es la realidad. La violencia es consumada por gangsters obtusos, como Angelo, pero vivaces, construidos para hacer de esta una película llena de elementos de lo que será el cine negro: violencia, humor, personajes icónicos, como villanos, hèroes y policías incompetentes, muy al estilo western; a lo largo de la historia, el villano reirá y brincara por encima del orden, para al final ser callado, absorbido o derrotado por este. La ley también es un personaje, representado en los detectives hambrientos de Camonte.

Él es el eje de la trama. Se le crea un aura magnética que hace olvidar que hay una historia. Aunque también hay personajes como su hermana Cesca y Gino Rinaldo, quien no deja solo a Camonte en esta guerra urbana. Cesca marcó el destino de Gino al observarlo por ese balcón, por coquetearle cada que lo veìa. Detalles casi imperceptibles si la equis está en un vestido, en unos recortes de papel, pero al descubrirlos, cambia la percepción de una escena.
Ello hace parte de lo que va creando los diálogos, las situaciones que modelan una personalidad y un porvenir. Por lo tanto, es riesgoso analizar por pedazos, cuando la obra es un conjunto de líneas, puntos, aristas; de Individuos en sociedad. En el cine hay representaciones mediadas por diferentes técnicas, que generan el producto que consumimos. Estas, incluso, no tienen que estar en la imagen misma; es intencional también el no mostrar o contar todo lo que ocurre, al muy estilo del escritor Hemingway, como ocurre en los primeros disparos de Camonte o en el asesinato del jefe Lovo, derrocado por su propio rencor.

Hawks crea un ícono, a partir de la representación de un personaje real. El leitmotiv le persigue, hace parte de su
idiosincrasia. Era inminente el descenso. Toda esta construcción narrativa nos predecía la caída del símbolo.
Es un ser humano como todos que reside en una urbe gris. La trama es grisácea, turbulenta, inestable, de oscuras y brillantes vivencias humanas. Con esto juega el cine negro. Se crean ambientes perfectos para un crimen, lleno de emociones ambivalentes, dibujadas a través de composición construída por el estilo del director como artista. Se ve en Scarface lo representativo de la luz, como la creación del leitmotiv.
La composición de luces y sombras evidencian el perfeccionismo del autor, que trabajó de la mano del director de fotografía, y el resto del equipo, para hacer del blanco y el negro una fuerza narrativa conjunta, indispensable para crear lo creado: la sombría vida de gangster, con sus brincos al éxtasis del poder por encima de los hombres, y sus caídas a la muerte a manos de otro hombre. Altos y bajos, como el diario vivir, del que ni los adictos a quebrar el orden se salvan. Ni Camonte pudo. Le ganó la rara afección hacia Cesca.
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